-Némer Ibn El Barud
La máscara habitual del Centaury se manifiesta bajo la forma de una personalidad bondadosa, callada, sensitiva, dócil, gentil, abnegada, vacilante, dependiente, sumisa, inhibida y ansiosa (hasta en demasía) por ayudar a los otros. Poseedor de una exagerada valoración de su capacidad para asistir al partenaire, es prisionera de serias dificultades para poner límites y decir que no a los requerimientos ajenos y puede, en extremos, llegar a desarrollar conductas serviles y masoquistas.
Su voluntad se encuentra debilitada y sus afectos exacerbados debido, en parte, a la vulnerabilidad que siente de un modo visceral y, por otra, por el esfuerzo que despliega para complacer a los demás.
De manera habitual relega sus opiniones e intereses y le resulta costoso hacer valer sus ideas de manera que olvida sus propias necesidades y, en espejo, no percibe las auténticas necesidades de los otros.
Por este camino es frecuente que la rigidez Centaury culmine en la ausencia de placer por las cosas de la vida cotidiana y, aún, por la vida misma.
Sin embargo, en su sombra se oculta un carácter bien diferente: fuertemente compulsivo, arrogante, egoísta, demandante, presumido, autoritario, autócrata, dominante, tiránico, ampuloso, anhelante de poder, vengativo y, por momentos, con tendencia a comportarse con crueldad.
De esta manera la forma habitual del Centaury (máscara) se revela como un gesto de apaciguamiento hacia el otro para evitar el castigo o la agresión, fantasía simétrica a los deseos reprimidos o contenidos de castigar y agredir que habitan en su sombra. Estos impulsos se encuentran al acecho para cuando se presente la oportunidad adecuada de poder descargarlos sin peligro.
Entre ambas posibilidades antagónicas existe un equilibrio un camino que permite el surgimiento de una personalidad fuerte y afirmada sobre sí misma, independiente y segura de sus convicciones, gentil y receptiva, compasiva y comprometida socialmente pero, al mismo tiempo, capaz de saber limitarse en el servicio cuando percibe que excede sus posibilidades, libre del temor de ser rechazada si no cumple con lo que le demandan, resistente a las influencias y que no permite que se aprovechen de ella.
El Centaury tiene que aprender a encontrar el centro dentro de si donde apoyar los cimientos de su identidad; a poner límites y no dejar que otros interfieran en su camino interior y, finalmente, a permitirse ser un agente activo en la construcción de su propia vida.
Las virtudes que esta esencia permite desplegar son: mansedumbre, servicio, bondad, compasión, fortaleza, piedad, humildad, estima y modestia. Al mismo tiempo fortifica la voluntad para hacer capaz a la persona de realizar el propósito interior que su alma le dicta.
Dado que los Centaury actúan bajo la creencia de que su manera de relacionarse es esencialmente amorosa, cuando, por el contrario, la realidad es que son incapaces de decir que no a los reclamos de los otros, terminan bajo la ilusión de que resistirse a la explotación de los otros es una falta de amor.
El proceso que subyace a este dinamismo hace evidente que, al complacer, el Centaury siente que se valida, que se corporiza, que existe. Pero lo que sucede es que al olvidar sus propias necesidades, al no escuchar su voz interior y al enajenarse en el deseo del otro, retrasa su propio camino de evolución y el de los que lo rodean.
Es frecuente encontrar, en la biografía de la personalidad Centaury, relatos de humillaciones y maltratos reiterados en la infancia, frustraciones en sus necesidades de afecto, padres autoritarios y castigadores, etapas de caprichos y rebeldías y exigencias alimenticias y en el control de esfínteres (por parte de los padres) que fueron vividas de un modo traumático. De la misma manera aprendieron en la infancia el mandato de los padres según el cual "Si no obedeces, no te vamos a querer".
Hostilidad reprimida, excesiva demanda de amor que conduce a una reiterada frustración, miedo a la libertad y al descontrol, culpa y remordimiento, necesidad de castigo, insatisfacción permanente, vergüenza, vivencia de no ser nada, no solamente no ser valioso sino considerarse una basura o un felpudo.
Servicio y egoísmo; servilismo y autocracia; sometimiento y tiranía: ira y perdón; crueldad y compasión; sumisión y libertad.
Queja, falta de fuerza expresiva y espontaneidad, bloqueo en la afirmación, muletillas de permiso y perdón permanente, torpeza.
Dependientes, sometidos, sumisos, desafiantes, insatisfactorios, adictivos, inhibidos, búsqueda de protección y aprobación, delegación en el otro de la propia autoridad. En esencia las relaciones Centaury se organizan en torno de vivir la vida a través de la del otro.
Algunos de los rasgos mas destacados en su relación con otros son:
Si alguien necesita algo se lo dan sin que se lo pidan. Esta es una máscara que parece generosidad pero encubre temor.
Su finalidad esencial en la vida es hacer cosas por los otros. Este servilismo es una máscara del auténtico servicio.
Son considerados y amables en el trato con las demás personas.
Están con las personas que quieren en las buenas y en las malas.
Se inhiben cuando son el centro de atención.
Son personas sufridas, pacientes y con mucha tolerancia a la incomodidad.
Son bastante ingenuos y les cuesta pensar que otras personas tengan segundas intenciones hacia ellos.
En sus relaciones afectivas tienden al dejarse guiar por la pareja renunciando a su propia autoridad y su propio camino y hasta llegan al masoquismo.
En la sexualidad no busca tanto el placer propio como el del otro.
Cansancio, palidez, trastornos circulatorios, trastornos hepáticos, dolores de columna (especialmente dorsales), hipertensión arterial, patologías tiroideas, tensión muscular, dolores en los muslos, constipación, disneas respiratorias, trastornos inmunológicos.
Incertidumbre, represión de la sexualidad, relaciones de co-dependencia y sufrimiento, incapacidad de goce, tendencias masoquistas, afán de servicio desmedido, síntomas obsesivos, accidentes reiterados, incapacidad para expresar con fuerza las ideas, influenciabilidad, anhelo de reconocimiento y confirmación, temor a autoridad, necesidad de aprobación, incapacidad para poner límites, hipersensibilidad, tristeza, voluntad débil, pasividad, reaccionan a los deseos de los otros y no a los propios.
Dependencia, bajo la forma de incapacidad de asumir la propia autoridad.
Centaurium umbellatum, flores rosadas, insertadas en la punta de las ramas. Sólo se abren cuando hay buen tiempo.
Este tipo floral plantea uno de los más complejos y difíciles problemas clínicos con los que se enfrenta el Terapeuta Floral. La causa radica en que, el Centaury, suele tener una recurrente tendencia a la recaída y al retorno de los síntomas, al punto que, es muy común que en los tratamientos de estos pacientes, a lo largo de toda su duración, se establezca un reiterado patrón cíclico de mejorías y regresiones. Esto posee cierta lógica, ya que, su identidad se encuentra carcomida por una fuerte orientación masoquista, que no es otra cosa que un sadismo vuelto contra sí mismo, que les impide, entre otras cosas, acceder fácilmente a la curación.
El Dr. Bach al describir el tipo de personalidad que se corresponde con ésta esencia dice que se trata de gente bondadosa, callada y dócil, pero que, sin embargo, se encuentra hiperansiosa por servir a los demás y que, al mismo tiempo, valoran en mucho las propias fuerzas de que disponen para realizar esta tarea.
Si lo comparamos, en este punto, con el Red Chestnut podemos observar que éste último conjuga el verbo "ayudar", mientras el Centaury prefiere el "servir". Ambos están excesivamente preocupados por las demandas de los demás y descuidan, por diferentes razones, el desarrollo de su propia vida y sus propios proyectos. En éste punto son egotistas en la evaluación de sus capacidades de servicio y esconden tras una máscara asistencial la huída de sí mismos o de la realización de su tarea existencial. En ambos casos el descubrimiento de la intimidad esta impedido y se ligan en los enredos emocionales de los otros.
Hay una diferencia de enfoque entre las actitudes de egotismo y egoísmo. En el egoísmo hay un exceso de la importancia del hacer, mientras que en el egotismo es el Ser el que se resalta. Comparado con otro tipo floral, el Vine, que es egoísta, el Centaury, por el contrario, es egotista, dado que, su problemática, en este punto, se encuentra centrada, al igual que el Agrimony, en torno de su Ser.
Otro elemento clínico importante es el modo en como organizan sus relaciones personales. Junto a la necesidad que tienen de involucrarse de modo muy extremo en cada vínculo, yace una tendencia a asumir un posición sometida, dependiente y masoquista. Esta inclinación esta atada a una severa dificultad que tienen los Centaury para conectarse con su propia autoridad. Sin embargo, teñida de una cierta cuota de desvalorización, puede advertirse la presencia de "formación reactiva" que esconde, tras la sumisión, un despotismo reprimido. No por nada Bach relaciona éste tipo floral con el arquetipo del autócrata.
Finalmente, el afán de servicio desmesurado, señala Bach, conduce a éstas personas a efectuar más trabajo del que le corresponde "a tal punto que pueden llegar a descuidar su propia misión en la vida". En éste punto el Centaury hace polaridad con el Water Violet quien hace de no desviarse de cumplir su misión una religión.
El esquema de tortura y sufrimiento del alma Centaury se explica por la existencia de una primitiva y excesiva exigencia de amor que, lógicamente, no puede ser satisfecha y que, sin embargo, es buscada, llevando entonces, de manera reiterada, a la frustración. Es como si se estuviera anhelando, inconscientemente, el ser castigado de este modo. ¿Por qué? Por que en su corazón laten sentimientos de culpa y remordimiento reprimidos por el hecho, de que, asociados a la demanda de amor, existe, también, rencor, resentimiento y desafío.
En las personas Centaury es regular encontrar, más o menos sofocadas, historias de humillación, mal trato e inferioridad que han generado afectos de hostilidad reprimidos. De algún modo dramatizan en el presente, en sus vínculos, antiguos modos de relación que conformaron su identidad durante la infancia. Repiten lo que vivieron.
El problema central del Centaury es, entonces, la necesidad de sufrimiento, dependencia y humillación, casi bajo la condición de una adicción. La conciencia culpógena, llena de rencor y de odio, es silenciada mediante éste mecanismo de autocastigo, conducta en la cual encuentra, paradójicamente, un cierto placer.
Por otra parte, también, puede advertirse un fuerte temor al descontrol, a las descargas involuntarias, que lo colman de ansiedad y lo conducen a desarrollar intensos y exagerados mecanismos de autocontrol que pueden aparecer como meticulosidad exagerada.
Lógicamente tal hipercontrol de las respuestas emocionales, que lo hace aparecer como "rígidamente sometido", conduce a una fuerte vivencia de insatisfacción en todas las áreas de su vida, insatisfacción que lo obliga a una mayor demanda y a una renovada frustración.
Este mapa emocional se traduce, corporalmente, en espasticidad en la base de la pelvis, dificultades sexuales, llanto y sollozos como descarga de afectos sofocados, vientre distendido (conectado con afectos de ternura) y nalgas y muslos contraídos por la agresión reprimida.
A partir de éste esquema y esta dinámica se organizan dos modalidades básicas Centaury: el pasivo y el activo.
El primero es el que suele ser descripto en casi todos los libros florales y el segundo presenta algunos rasgos que lo asemejan y hasta confunden con el comportamiento Vine, aunque posee rasgos diferenciados.
En la clínica de las personalidades Centaury uno de los elementos básicos que debe ser tenido en cuenta es la vivencia de sufrimiento, infelicidad y humillación que conduce, regularmente, a estructurar una actitud de reclamo permanente. Muchas veces las quejas son justificadas, otras no, pero siempre neuróticas y no conducentes a ninguna solución.
El mundo imaginario de este tipo de Centaury se encuentra poblado de fantasmas de automartirio, autoflagelación, autopunición y la creencia de poseer una capacidad omnipotente de servir.
A esto se debe agregar que el Centaury parece estar atrapado en un círculo vicioso que da como resultado que cuanto más trabaja por salir de él, mas se atasca y más crece, entonces, su desesperación. Existe dentro de su alma un mapa mental donde el anhelo de libertad coexiste con el miedo a liberarse, el deseo de ayuda con la desconfianza, siendo ésta emoción junto con la hostilidad (en todas sus formas) reprimida el primer objetivo del trabajo floral, ya que son los afectos que impiden toda posibilidad de tratamiento.
Por otra parte, otra creencia Centaury muy enraizada es sentirse felpudo o Cenicienta, que todos tienen derecho a pisarlos y usar de ellos. Esto se suele traducir en ciertos síntomas característicos:
Entre los elementos semiológicos más importantes de la estructura corporal del Centaury Pasivo, se destacan:
En suma, al mirar a un Centaury la imagen que aparece al terapeuta es de un cerebro que duda y desconfía, garganta cerrada que no deja fluir las emociones, nuca bloqueada para evitar la expresión del resentimiento, el vientre y la pelvis contraídos, músculos de las piernas y empeine espásticos, región anal endurecida, espalda doblada, cabeza con gesto de sumisión y apaciguamiento.
En éste caso la persona se ha convertido en un "matón". Dominante, humillador, déspota, trata de ocultar con éstos comportamientos su pasado de sometimiento.
Le falta en éste caso la habilidad de mando y de justicia que posee el Vine, así como una clara conciencia del poder de sus capacidades. Aquí, por el contrario, es un comportamiento caprichoso y tiránico. Es como si el pasado de "orfandad" estuviera saldando, con una conducta hostil, la antigua incapacidad para poner límites, de humillar como fue humillado, de someter como fue sometido. El Vine tiene una dirección y un objetivo en su dominación, que trasciende el carácter caprichoso y trivial, que esta ausente en el Centaury.
Su comportamiento es a veces cruel y de mucho ensañamiento, especialmente con seres que fueron queridos e inclusive que le ayudaron. Busca venganza y lo hace de un modo desproporcionado. Suele hacer pagar a la persona actual todos los sufrimientos de su vida e inclusive toma actitudes poco carentes de honor y moral, como enviar anónimos, hablar mal del otro y buscar su destrucción y humillación. En esto se asemeja a las respuestas que el Chicory despliega motivado por al envidia.
Tal cuadro delata la presencia de un fuerte sentimiento de rivalidad y enemista reprimida durante largo tiempo, que ahora retorna de un modo indiscriminado. La propia incapacidad se trata de esconder, al no ser aceptada, mediante la descalificación del semejante. Pero además, pone en evidencia el carácter básicamente sádico de todo Centaury, que no conoce el perdón, ni a sí mismo, ni hacia el otro.
En ésta versión el cuerpo se encuentra falsamente erguido, el mentón suele temblar, la espalda forzadamente recta. Las vértebras cervicales suelen sufrir por dolores, los pacientes suelen tener tumores, quistes, peritonitis, cansancio crónico, infecciones reiteradas e inclusive algunos trastornos cardíacos.
Por lo demás, al observar al paciente se advierte la presencia de rasgos del tipo pasivo, ya sea de un modo sofocado o encubiertos por formaciones reactivas de signo contrario, como por ejemplo, exceso de prolijidad y orden, autoelogio constante, gritos y órdenes carentes de oportunidad y proporción.
En muchos sentidos, el Centaury, transita por la vida ordenando sus conductas de acuerdo a los dictados del arquetipo del huérfano, que se encuentra muy activo dentro de su alma. Esta fuerza, inconsciente y colectiva, aporta una energía que se plasma en forma de personalidad, afectos y comportamientos usuales en este tipo floral.
La estructura del "huérfano" enfrenta al hombre con la soledad existencial y la inseguridad. Es cierto que, en alguna medida, se trata de afectos que pertenecen al patrimonio universal del alma pero, en este caso, se procesan de una manera acorde a gestar un futuro destino de dependencia.
Este arquetipo habla de un niño privado de protección, cariño y cuidado en un momento de su vida en el cual le era imposible valerse por sí mismo. Inicialmente, pudo haber reaccionado con hostilidad e indignación ante esta circunstancia pero, su desvalidez y vulnerabilidad, lo hizo fracasar en su lucha por imponer la satisfacción de sus necesidades, dejando como recuerdo la huella de haber sido vencido en la lucha por el poder.
Cuando surgen en el transcurso de la vida nuevas experiencias de abandono, descuido o decepción este arquetipo se vuelve a activar y la persona desarrolla un mecanismo de compensación que lo lleva a estructurar una respuesta singular: dado que no puedo enfrentar la adversidad debo apaciguar al adversario, someterme a él, hacer todo lo que creo que él me requiere.
En la vida abundan experiencias de orfandad y de dolor que arrojan a la persona al abismo de la exclusión: un estado en el se sienten invadidas por una vívida sensación de haber sido apartadas y alejadas del paraíso y de toda fuente de placer. De esa manera la dependencia, la subrogación a la voluntad ajena y el servilismo pueden resultar alternativas para la conciencia, neuróticas, pero alternativas al fin, ya que, esta anhela cerrar la herida del alma y callar el grito de angustia y temor que la ahoga.
Frente al vértigo de la libertad prefiere la sumisión, frente a la independencia prefiere el sometimiento, frente a la generosidad activa y responsable opta por nunca decir que no.
Esto no significa que la persona se sienta feliz y armónica. Por el contrario, el Centaury atesora en su sombra rencor, odio, miedo, ira y descontento y, estos afectos reprimidos, pueden llevarlo a convertirlo, por la ley de la polaridad, cuando la oportunidad se ofrece, en un déspota tiránico y vengativo.
El arquetipo del huérfano enfrenta al hombre a la tarea de liberarse de toda dependencia pero, también, de sanar el espíritu retaliativo y autocrático que alberga en su inconsciente. Así, la construcción de una identidad capaz de distanciarse tanto de la sumisión como el despotismo sigue un recorrido que, en el caso del Centaury, termina en el fracaso y, lo que debería haber sido una herramienta para la evolución, se transforma en una pesada cadena que ata a la persona a un patrón de conducta que detiene su crecimiento. De esta manera la identidad Centaury no deja paso mas que a los antagonismos extremos que perfila la dialéctica del amo y el esclavo como únicas posibilidades de llegar a ser.
Lo mismo ocurre con el Agrimony pero el camino que en esta esencia se traza es el formular una existencia inauténtica para eludir el dolor y el temor al rechazo. El Centaury, en cambio, elige buscar complacer y satisfacer al otro por el sendero de conformarse con cualquier cosa, hacer buena letra constantemente, nunca decirle que no a nadie y estar siempre dispuesto a servir. Y lo hace, de este modo, alentado por la fantasía de que de así logra apaciguar al otro ya que lo vive no como un par sino como un amo ante el cual debe doblegarse.
La sanación de tal modelo de funcionamiento acontece cuando la persona logra salir del refugio imaginario de la dependencia de la autoridad y logra sentirse par entre pares. Pares con los cuales existe la posibilidad de ayudarse mutuamente, de ser realista con sus capacidades de servicio y libre del temor al rechazo y a la necesidad de postergar sus intereses para conseguir reconocimiento.
Así como, el Cherry Plum es la esencia que pone a la persona en contacto con el hecho de que la vida es una constante danza de experiencias que hay que arriesgarse a vivir, Centaury plantea aprender que, si bien es cierto que la verdad nos hace libres, no menos cierto es que solo con libertad e independencia podemos encontrar la verdad tanto dentro como fuera de nosotros.
¿Cuál es la fuente de la cual surge la emoción que esta en la base de la personalidad Centaury?
En la historia personal del Centaury encontramos la huella de experiencias de exclusión y rechazo temprano que van generando la creencia, en la persona, de haber hecho algo malo en el pasado por lo cual lo que le ocurre hoy lo tiene bien merecido. Que sus antiguos sentimientos de hostilidad son la causa de que la gente lo trate tan duramente.
Su actitud de apaciguamiento y servilismo actual es un intento de reparar el daño que cree haber ocasionado y pagar la deuda que cree haber contraído. Por otra parte necesita que lo quieran y lo acepten y para alcanzar este objetivo no sabe hacer otra cosa que recurrir al desarrollo una conducta de estar incondicionalmente dedicado a servir a los demás.
Asumir que, frente al "otro" poderoso (y los otros siempre lo son para el Centaury), la respuesta apropiada es la resignación y el sometimiento, tal vez, poco auténtica pero no por eso menos asumida como real, coloca a quien está prisionero de este imaginario en una posición sin salida.
En este tipo de estructura, mas allá de los datos biográficos las experiencias intrauterinas han jugado un papel significativo en la formación del carácter. Al levantar la historia de estas personas es bastante llamativo el porcentaje de ellas que han tenido madres que en el momento de la concepción tenían una serie de razones prácticas para no desear el embarazo pero que, sin embargo, inconscientemente deseaban lograrlo. Esta doble disposición actuó de alguna manera, sobre el psiquismo inicial, provocando en el niño una reacción de predisposición a la confusión, la hostilidad y el sometimiento.
Otro hecho es el rol paterno o de un abuelo que durante el embarazo tuvieron tenido una actitud dominante sobre la madre a quien gritaban y/o ordenaban frecuentemente. La mujer respondía con miedo ante las palabras duras y severas escuchadas o las simples miradas de reconvención, su corazón cambiaba de ritmo y el feto fue aprendiendo este primitivo patrón de respuesta al compás de los cambios cardíacos.
Hay que insistir en el hecho, a veces olvidado, de que la calidad de la relación de la mujer con su pareja ejerce una influencia decisiva en la vida del niño aún en el vientre materno. En este caso particular la mujer lo que vive es un vínculo fuertemente amenazante.
Del mismo modo la presión de la constelación familiar es significativa al punto que, invariablemente, se encuentran ancestros con comporamientos semejantes en toda personalidad Centaury.
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